Fue un día que fuimos al cerro con dos amigos, Juan Domingo Perón (a quien envío un afectuoso saludo) y Max Power (a quien no le envío nada).
La idea era relajarse en el cerro en un lugarcito escondido donde prácticamente no pasaba otra gente. Pero la sequía ha echo estragos en el cerro y ahora solo hay espinas, que se abrazan a cualquier cosa tuya para no dejarte ir jamás. Intentando revertir la sequía alguien había juntado mucha agua y la tiró en el camino de tierra, haciendo mucho barro, mucho barro. Así con las zapatillas embarradas es como abortamos misión y en el auto llegamos casi a la punta del cerro, donde por alguna razón había mucho pasto y poca gente. Hablamos estupideces un rato echados en el pasto y las hormigas nos picaron. Fuimos a explorar y por alguna razón se puso a llover. Fue divertido al principio, sentíamos el agua en nuestras cabezas, manos y piernas, pero luego nos mojamos, y mucho. Después de un rato las gotas empezaron a doler y la piel quedaba con las marcas de las gotas que caían, era lluvia ácida.
Cuando emprendimos nuestro viaje de vuelta noté que algo andaba mal, todos se estaban yendo y la calle estaría llena de peatones... y así fue.
Es TAL la estupidez humana, que la calle del cerro tenía pintadas dos pistas, una división blanca continua, en la pista derecha figuraba una ciclovía (en medio de toda mi pista), las personas estaban por todos lados, no sabía por donde tenía que ir y mis amigos estaban realmente jodidos. No pude seguir, paré y comenzaron a pasar autos en caravana, intenté formar parte de la caravana, pero nadie me dejó pasar. Así es como terminé siguiendo al último de los autos con un calor realmente desagradable, húmedo y con la piel enrojecida.
Cuando llegué a casa me sentí cansado, pero feliz sabiendo que aproveché el día con amigos.
[Me parece que es parte fundamental de la vida escoger a donde fijarás tu atención, en lo bueno o en lo malo.]