Hasta el fin

Recuerdo esa noche todos los días, con una pena que me tiene con la sensación de nunca poder superarlo. Fue una noche de una temperatura muy agradable, mi familia había estado discutiendo por largo rato hasta que la casa se calmó y yo pude conciliar el sueño. Mi madre dormía y mi hermano estaba a su lado, yo estaba agradecido por tener una familia, que si bien tiene problemas como todas las familias, es una familia unida y agradable. Pensaba en todos aquellos que no tenían la oportunidad de crecer junto a alguien que te entregara ese amor que sólo la familia puede darte.
Mientras yo trataba de dormir, mi padre fue a buscarme, me dijo que saldríamos a pasear, que necesitaba hablar conmigo. Subimos al auto y fuimos a pasear cerca del lago, ahí donde hay un bosque muy lindo donde siempre íbamos a jugar cuando él tenía la tarde libre. Era un poco lejos.
Mientras íbamos en el auto mi padre iba muy callado, escuchaba música y de vez en cuando me preguntaba si yo estaba bien. Yo no respondía, tenía mucho sueño e iba mirando por la ventana ese mundo infinito de aventuras.
Me percaté que habíamos pasado la entrada del bosque, en efecto, mi padre había descubierto otra entrada secreta y quería mostrármela. Cuando entramos sentí un poco de miedo, porque había muchos árboles grandes que no dejaban ver nada, pensé que de la nada podría salir algún animal que nos quisiera comer.
Cuando llegamos nos sentamos a la orilla del lago y mi padre comenzó a llorar, yo trataba de saber que sucedía, pero él intentaba alejarme cuando lo abrazaba. Me dijo que me amaba, que lo mejor era dejarlo todo atrás y seguir con nuestras vidas, yo le pregunté si habíamos abandonado a mamá, porque yo no quería eso, ni siquiera había traído mi mantita de seguridad, que me protege cuando no está ella.
Me dijo que fuera a buscar leña, para hacer una fogata. Yo pensé que la temperatura estaba muy agradable como para hacerla, pero partí a buscar la leña, porque de todas formas me gustaba mirar el fuego.
Fue difícil encontrar leña suficiente entre tanta oscuridad, pero ahí llegué con lo suficiente para hacerla rendir un rato. Mi padre siempre encendía la fogata, yo nunca aprendí muy bien como hacerlo, no soy muy hábil con los temas de hombres.
Dejé la leña en el suelo, pero cuando levanté la vista no había nadie, llamé a mi padre sin obtener respuesta y salí a buscarlo, con mucho miedo. De pronto sentí el motor del auto y corrí hasta que lo encontré, pero se alejaba a toda velocidad. Mi padre me debía estar buscando desesperadamente, pensé, así que grité con todas mis fuerzas para que se detuviera, pero al parece no me escuchó.
Intenté seguir las luces por un rato, hasta que ya no las pude ver por la distancia, no sabía dónde estaba y sentía mucha pena porque mi padre iba a estar desesperado buscándome y mi madre se iba a poner muy triste.
Bueno, ha pasado un tiempo desde eso, pero nunca he perdido la esperanza de encontrarlo, por eso cada vez que veo pasar un auto siento mucha alegría y corro a su lado, porque siempre podría ser mi padre que ha vuelto para encontrarme.

Para no volver

Se quejaba y se quejaba. A veces terminaba quejándose por lo cansado que estaba de quejarse. Era tanto lo que se quejaba, que de vez en cuando tomaba un descanso para despejarse. Luego se quejaba porque no tenía tiempo para hacer lo que tenía que hacer porque había tomado ese descanso de tanto quejarse.
Un día simplemente pasó la vida y todos recuerdan que él quiso hacer muchas cosas, pero de todas las cosas que pudo hacer se quejaba y nunca las hizo... por estar quejándose.