La carnicería

Esta es la historia de Miguel, que a sus veinte años lo conocí comiendo su cuarto semestre en filosofía en una universidad muy prestigiosa. Era un fiel discípulo de Mijaíl Bakunin, un gran anarquista contemporáneo de Karl Marx. Para honrarlo y convertir en obra su pensamiento, habia decidido ser un luchador social, un luchador callejero, un soldado del pueblo.
Se graduó de un colegio muy famoso con muy buenas notas, era un alumno modelo y un gran amigo también. En ese colegio conoció a una de sus mejores amigas, Sara. Una niña muy linda de su curso, muy inteligente, demasiado diría yo, de pocos amigos pero muy cercanos. A ella nunca le llamaron la atención las relaciones de pareja, aunque había tenido un par de intentos fallidos alguna vez. No era de una belleza que llamase la atención, pero una vez que lograbas conocerla podía conquistar tu alma sin ni siquiera darte una pista hasta que fuera muy tarde.
Miguel siempre admiró a Sara, pero nunca la vio como algo más que una amiga. Siempre se ponía a pensar como sería una relación amorosa entre ellos y siempre terminaba con una sonrisa como si dijera que era ridículo.
En fin, cuando Miguel entró a la universidad, conoció mucha gente que poco a poco fue marcando como sus amigos. Fue un proceso lento, pero firme. Estaban Martín, Nicolás, Camila, Natalia y Diego, eran como una pandilla si es que me dejan usar el término, iban a todos lados juntos y los viernes salían a divertirse por la ciudad.
El 30 de Mayo hubo una fiesta en casa de Miguel por su cumpleaños y todos sus amigos estaban ahí, los del colegio y los de la universidad. Una fiesta muy tranquila y con música de gusto general, todos los amigos de Miguel eran tranquilos igual que él, pero sabían divertirse salvájemente cuando se lo proponían. Allí fue donde Diego y Sara se conocieron, conversaron toda la noche conociéndose y dándose cuenta de que tenían mucho en común. Diego era un poco mayor, había viajado por el continente antes de ponerse a estudiar nuevamente, era compañero de generación de Miguel y se llevaban muy bien.
La fiesta de cumpleaños quedó atrás, pero Sara y Diego continuaron viéndose muy seguido y compartiendo muchas cosas. Pronto Sara se daría cuenta de que sentía una atracción algo adolescente hacia Diego, lo admiraba mucho por sus historias y sentía que sus panoramas eran extraños, pero muy interesantes. Le gustaba esa reveldía que Diego mostraba frente al mundo, esos pitillos le llamaban la atención, esos tatuajes, ese corte mohicano que se había dejado, esa sonrisa superior. Escribía muy bien, de vez en cuando ella lograba leer alguna de sus hojas cuando intruseaba en la pieza con posters viejos. Era como un hombre fuerte y protector, con una intimidad sensible y comprensiva.
Pasaron los meses, la amistad entre Sara y Diego se había vuelto algo enfermizo para ella, aunque no se daba cuenta, él se atrevía a hacer muchas cosas que ella nunca había intentado, pero lo seguía porque tenía sed de mundo. Muy pronto Diego se daría cuenta de la situación, intentó muchas veces llegar al tema dentro de sus interminables conversaciones en el centro de la ciudad, intentó un par de veces disminuir la proxémica hasta llegar a un punto más íntimo, pero ella era muy tímida para dar el diez por ciento que ella tenía que entregar, ya saben, esa regla que sale en la película: el hombre se acerca un noventa por ciento y la mujer corresponde con el diez.
Siguieron pasando los meses y él hizo nuevos amigos, casi no hablaba con Miguel, y éste tampoco hacía un esfuerzo sobrehumano para que salieran, Miguel entendía que las relaciones humanas fluyen como la circulación sanguínea: pasan, pero pueden volver en cualquier momento, nunca se sabe. Sara seguía tan amiga de Miguel como siempre, quizás un poco más cercanos. Bueno, algo más que cercanos, en realidad se habían acercado como si fueran hermanos. Esa amistad en que no importa lo que suceda, siempre estará el otro para apoyarte y acompañarte. Algo asi como que no importa que uno de los dos esté desnudo frente al otro, no llama la atención, asi como cuando son hermanos (me imagino).
Nicolás se reía casi hasta ahogarse cuando Miguel le contaba lo que había echo en la semana, todos los días incluían en algun punto a Sara. Él estaba seguro de que Miguel estaba profundamente enamorado de Sara, tan profundamente que ni él se daba cuenta de lo mucho que le gustaba.
Nicolás parece haber tenido alguna bola de cristal o algo asi, porque de un día para otro Miguel estaba de la mano con Sara, trataban de disimularlo pero era algo inevitable. Los dos se veían tan bien juntos, eran una pareja ideal, con gustos parecidos, panoramas compatibles, conversaciones algo tediosas para Nicolás, pero muy provechosas para la pareja.
Las cosas siguieron relativamente iguales, el grupo salía a divertirse como siempre, todos estaban muy bien y lo pasaban genial cada vez. La única diferencia era que Sara y Miguel estaban de la mano.

Pasaron seis años, todos habían egresado de la licenciatura y algunos se habían puesto a trabajar, otros decidieron seguir especializandose. Todo iba muy bien en los planes de la vida de este grupo, sobretodo en la vida de nuestro Miguel.
La relación de Miguel y Sara estaba todavía muy firme, eran una pareja increíble, muy sana, habían descubierto otras dimensiones de la vida, no sólo la sexual, sino también la de hacer planes, fantasear con hacer una familia, más bien con tener un perrito y hacer como si fuera un hijo, y muchas cosas más.
Martín, otro amigo del grupo del que no hemos hablado, se había acercado mucho a Sara durante el último tiempo, asunto que no le molestaba a Miguel, ya que Martín era como un hermano para él y era casi ridiculo sentir celos. Martín había decidido seguir con su especialización en fenomenología y tenía muy poco tiempo para hacer vida social, pero cuando tenía lo usaba para ver a sus amigos, aunque todos los días hablaba con Sara por telefono para compartir su día con ella.
El 17 de Marzo de ese año hubo un accidente muy grave, Nicolás habia sido atropellado por un auto y estaba muy grave en el hospital. Los médicos hicieron lo imposible por tratar sus heridas y sacarlo del coma, pero no hubo reacción del paciente. Lo raro fue que nadie sabía de él hace mucho tiempo y pensaban que estaba muy ocupado con su trabajo en un restaurante que había abierto hace poco.
"Simplemente no quiso recuperarse" dijo el doctor a su familia, señalando que hicieron todo lo medicamente posible para salvarlo, pero que no reaccionó a los remedios. Una manera muy brutal de informar de esto a su familia, pero ya sabemos que muchas veces los doctores no son expertos en sentir dolor ajeno. Más que mal, tienen que trabajar con gente que siente un dolor muchas veces mortal, me imagino que no estarían vivos si empatizaran con sus pacientes.
Tras la muerte de Nicolás, el grupo quedó muy afectado, había un hueco que ni cien personas podrían haber rellenado. Poco a poco fueron dejando de juntarse, Martín sólo hablaba con Sara un par de veces a la semana y Miguel no sabía mucho de él.
Camila y Natalia no entendían mucho el por qué habían dejado de juntarse, asi que decidieron encontrar otros amigos en sus trabajos respectivos. Natalia era analista de sistemas y empezó a salir con un chico que tenía hasta nombre de "computín", se llamaba Daniel. Se casaron dos años después... pero se divorciaron después de seis años, la computadora parece que era más atractiva que Natalia, porque Daniel pasaba pegado a ella como un monito a su madre.
Camila estudió comunicaciones, trabajaba en un canal de televisión muy famoso en el país y ganaba un buen dinero. Seguía soltera y era así como quería morir, en un departamento amueblado sin consensos de pareja, sólo lo que ella quería, con mucha tecnología pero nada tan extravagante. Con muchos amigos en el canal fue poco a poco olvidando al grupo que conocemos.

Miguel y Sara, con muchos conocidos, pocos amigos, probablemente en algun momento irán a tener otro grupo de amigos como el que tuvieron hace años. Por ahora sabemos que son una pareja, casi perfecta diría yo.
Sucede que con la disolución del grupo esta feliz pareja comenzó a compartir mucho más tiempo del que ya compartían, y al parecer cruzaron una línea bastante delgada y comenzaron a ver más uno del otro. Se puede decir que se reencontraron, uno nunca deja de conocer a alguien dicen por ahi, y asi fue con esta felíz pareja.
Un día Miguel volvió a su casa, llamó a Sara como era costumbre, pero no le contestó. Luego intentó esperarla en el chat, pero no se conectó.
Dos días sin conexión, ninguna conexión, llevaron a Miguel a preocuparse mucho y fue motivación para ir a verla a la casa. Ella le abrió la puerta sorprendida por la presencia de Miguel ahi sin previo aviso, encantada lo recibió y conversaron un buen rato. No sucedía nada serio, sólo una semana muy ocupada y horarios extendidos habían echo ausentarse a Sara en las comunicaciones cotidianas.
Sara habia dejado los estudios, encontró algunos contactos muy buenos para ponerse a trabajar vendiendo tecnología médica y decidió dedicarse completamente a eso. La semana en que estuvo comunicacionalmente ausente había tenido muchas reuniones con nuevos clientes, una empresa la contactó para ver si le interesaba trabajar con ellos y la oferta era bastante buena.
Decidió que era hora de trabajar a lo grande y firmó un contrato con esta empresa, estaba muy contenta porque tendría un lugar de trabajo fijo y un sueldo que no dependía de las ventas. Compañeros de trabajo y proyectos enormes llegaron a la vida de Sara como si hubieran estado esperandola mucho tiempo. Naturalmente, conoció a sus compañeros de trabajo y estableció una buena amistad con algunos.
Cuando vendía los aparatos personalmente hablaba con mucha gente, pero nunca conocía personas como para entablar una amistad. Se dió cuenta de eso cuando tenía a sus amigos en la empresa, porque comenzó a comparar diferentes épocas de su vida. También se dio cuenta de que últimamente se había encerrado en su relación con Miguel y se dió cuenta de que habian muchas emociones y sentimientos que habia dejado de sentir en algun momento, pero que ahora las volvía a experimentar con este grupo de amigos.
Poco a poco se fue haciendo la idea de que necesitaba sentir con Miguel lo que sentía con sus amigos, pero Miguel se había acostumbrado a sentir esa felicidad cotidiana que vivía con Sara. Miguel no quería más desafios, sólo quería ser feliz con Sara por el resto de su vida.
Una noche Sara y Miguel salieron a beber y conversar a un barrio que conocían muy bien y que durante su juventud los habia echo sentirse cómplices cuando se escapaban sin decirle a nadie y hablaban hasta el amanecer en algun bar de por ahí. Miguel se notaba algo nervioso, aunque contestaba con una sonrisa cuando Sara le preguntaba.
Dieron las doce y ellos estaban sentados en una mesa en la terraza de un bar, uno de sus favoritos, cuando de pronto Miguel interrumpe la conversación que llevaban y se para a un lado de Sara. Ella sin saber qué sucedía lo miró muy extrañada, hasta que Miguel comenzó a arrodillarse frente a ella.      "¿Quieres casarte conmigo?"
Todos miraban muy atentos a la respuesta de la niña y quedaron muy sorprendidos ante tal escena. Sobre todo cuando vieron que ella desaparecía entre las calles de ese precioso barrio.
Resultó que Sara descubrió un mundo de emociones que había dejado atras, que intentó presentarselo a Miguel, pero este estaba muy concentrado en lo feliz que era con ella y no pudo darse cuenta de que ella estaba viviendo algo tan intenso. Este mundo de sentimientos y sensaciones le hacia recordar a Sara su tiempo de juventud, su época de explorar el mundo a ver que era lo que tenía preparado para ella.
Un sentimiento que le hizo recordar a Diego, dándose cuenta tristemente que nunca pudo olvidarlo. Todo lo que hizo, todo lo que pensó, todo lo que escribió, todo lo que sintió... fue para recordarlo.
Esas noches apasionadas con Miguel, tan tímidamente descubiertas, para ella fueron una traición. Una traición a Diego y a Miguel, porque ella necesitaba a un Diego.
Todos esos bares no fueron sino una búsqueda esperando encontrarlo en una mesa solo, como si la estuviera esperando.
Todas esas anécdotas que alegremente recordaba y le contaba a Miguel, la hacían recordar un tiempo en que vivió intensamente, explorando los peligros, las fantasías, las enseñanzas que el mundo tenía para ella, y que Diego le hizo sentir.
Es así como Miguel trata ahora de buscar otra Sara, por los mismos bares que con ella recorrió, por las mismas calles, los mismos teatros. Así como Sara enfrascó sus mejores años en un tipo que perdió por no atreverse a más, Miguel enfrascó su felicidad en Sara y sin poder evitarlo se fue corriendo con ella, en ella.
Suponiendo que vuelvo a tener un nivel de audiencia pre-suicida.

Los árboles pasan como la gente en el metro, como los postes de luz que emiten exactamente la misma sombra y uno se hipnotiza con la luz repetida en serie, pero no es la misma luz, nunca es el mismo poste, nunca es la misma persona, nunca es el mismo árbol.
Pasan sin dejar que los toque, o que pueda ver cómo diferenciarlos, no me miran ni para esquivarme... pero tú, tú no pasas.
Las vitrinas del Apumanque me hicieron caer, ese pijama térmico que mis padres le regalaron a mi tío cuando se fue a Francia era de la misma tienda que tenía ese pijama para ti, perfecto para ti. Esa tienda de globos era ahora una jaula para dejar a los niños mientras sus padres consumían. Esos vestidos, esos zapatos, esos bolsos, esos pijamas, esa tienda de cosas inútiles con precios astronómicos... me hicieron arrodillarme y recordar que ya no puedo regalarte algo en navidad, o porque sí.
La gente parece caminar como si fueran un montón de vacas, chocando entre sí, escuchando las voces tácitas de los dueños del ganado ordenando que aumente la velocidad de la faena.
Me carga la navidad, pensé de pronto, pero no porque el consumismo domine la sociedad, sino porque no tengo a nadie por quien consumir.
¿Por qué no consumir para mi? Porque lo único que necesito para ver las estrellas es esa sonrisa que me dice: "que eres tonto, pero gracias".

Sos mi pequeño universo

Un desprendimiento duele, ya sea psicológico o físico. Muchas mujeres podrán darme la razón en lo físico, y mucha gente ha vivido el desprendimiento psicológico.
La palabra para definir desprendimiento como proceso me parece que podemos dejarla en "duelo". Cuando hemos sufrido una pérdida y debemos dejar ir su recuerdo es natural que vivamos el proceso del duelo, y no se limíta a la muerte solamente, sino que podemos vivirlo con cualquier pérdida que no sea voluntaria o que el apego sea muy fuerte.
Estoy divagando, quizás la información que manejo está algo mala, pero lo que si sé es que lo que sea el duelo, el desprendimiento, o la pérdida, es algo no tan agradable de enfrentar.
Personalmente, es el momento en que más escribo, porque no sé como se me vienen muchas frases de consuelo, que intentan explicar y darle un orden lógico a algo que siento, un dolor que me quita el sueño, el hambre, el reflejo natural de respirar, y todo eso.
Se me ocurría mientras quemaba garrapatas, que puedo tomar el dicho "Donde hubo fuego, cenizas quedan" y pensar en cómo quedan las cenizas si al fuego le echas agua y lo obligas a apagarse, queda un desastre de cenizas que probablemente no podrán volver a albergar fuego. Pensaba en qué sucede si al fuego le echas agua y luego le echas bencina, quizás arda el fuego nuevamente, pero me da la sensación de que está destinado a ceder ante la extinción del agua.
Da igual lo que piense, cómo lo piense, por qué lo piense, lo único cierto ahora es que mientras exista neurona activa en mi, la memoria y la alegría que tuve el regalo de vivir alguna vez me seguirán y me definirán, y al mismo tiempo mantendrán ese nudo en la garganta que me hace tomar coca-cola cada vez que me hablas.

¿Dejaré alguna vez de escuchar este pitito? ¿Dejaré alguna vez de tener celos? ¿Dejaré alguna vez de querer saber dónde estas? ¿Dejaré alguna vez que se desprenda? ¿Dejaré alguna vez de atentar mentalmente contra mi vida?
Si, en algún momento tendrá que pasar... mientras tanto tengo que estudiar, ver la telenovela y regar las plantas.

Pestilencia genital

Cada vez que llegan tengo que quedarme en otra pieza haciendo ruido, echándome insecticida en la nariz para no sentir el olor que invade cada lugar por el que pasan.
Creen que nadie los escucha, que nadie sabe lo que hacen ahi dentro, pero yo si sé. Me da asco despedirme de ellos, por suerte cuando salgo están duchandose en el baño, como si nadie se diera cuenta.
Parece que si mi madre no se da cuenta de algo feo en la casa nadie pone orden, yo me cansé y opté por dejar de regalarles condones.

¿No les pasa?

Estaba saliendo del mall y encontré muy extraño que un mall no tuviera puertas automáticas, a pesar de la duda me vino el reflejo de siempre cuando me enfrento a un obstaculo en mi camino: miré hacia atrás y sostuve la puerta para no cerrarcela a alguien en la cara. Ya que el mall es un lugar muy concurrido, y sobretodo el de la escena, había un grupo de 7 personas detrás mio y en su mayoría mujeres; las dejé pasar, cerré la puerta y seguí caminando.
Curiosamente, la última persona que pasó frente a mi era una señora con hartos años, con hartas bolsas y hartas arrugas. Al pasar me dio las gracias y yo sonreí con amabilidad, y en cuanto me disponía a seguir mi camino ella me dijo desde atrás: "Felicidades a su madre".
A pesar de haberle sonreído y dado las gracias, esa frase me siguió todo el camino a casa atormentandome y dejando un peso en mi cabeza que me repetía constantemente "te estoy mirando". No es que me haya psicoseado, es sólo que cuando me felicitan por una acción amable siempre me siento como que todo lo que yo haga tiene que ser amable, porque estoy siendo juzgado, es como tener un peso encima que dice que tienes que ser un ejemplo y ese papel a mi me pesa bastante, no sé si a largo plazo, pero en un momento en que quiero despejarme no me ayuda para nada, es como una responsabilidad para mi.
No lo pasé mal camino a mi casa, solamente la idea se quedó rodeandome y quise saber si a ti te pasa en alguna medida.