Suponiendo que vuelvo a tener un nivel de audiencia pre-suicida.

Los árboles pasan como la gente en el metro, como los postes de luz que emiten exactamente la misma sombra y uno se hipnotiza con la luz repetida en serie, pero no es la misma luz, nunca es el mismo poste, nunca es la misma persona, nunca es el mismo árbol.
Pasan sin dejar que los toque, o que pueda ver cómo diferenciarlos, no me miran ni para esquivarme... pero tú, tú no pasas.
Las vitrinas del Apumanque me hicieron caer, ese pijama térmico que mis padres le regalaron a mi tío cuando se fue a Francia era de la misma tienda que tenía ese pijama para ti, perfecto para ti. Esa tienda de globos era ahora una jaula para dejar a los niños mientras sus padres consumían. Esos vestidos, esos zapatos, esos bolsos, esos pijamas, esa tienda de cosas inútiles con precios astronómicos... me hicieron arrodillarme y recordar que ya no puedo regalarte algo en navidad, o porque sí.
La gente parece caminar como si fueran un montón de vacas, chocando entre sí, escuchando las voces tácitas de los dueños del ganado ordenando que aumente la velocidad de la faena.
Me carga la navidad, pensé de pronto, pero no porque el consumismo domine la sociedad, sino porque no tengo a nadie por quien consumir.
¿Por qué no consumir para mi? Porque lo único que necesito para ver las estrellas es esa sonrisa que me dice: "que eres tonto, pero gracias".

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