Nunca más


Hoy desperté, después de mucho tiempo, sin pensar en ella. Abrí las cortinas pensando en que sería un efecto del orden que hice a mi pieza, o de las nuevas cortinas que con ese color burdeo iluminan distinto mis amaneceres.
Con las nuevas energías y aprovechando que ahora el piano está libre para usarse cuando yo quiera, me puse a improvisar acordes, que muchas veces me sirven como una especie de "mantra" para conectarme con las emociones que fluyen por mi cuerpo. El sol de la mañana decoraba mi pieza con luz natural y el aire fresco entraba por la ventana. Mi mente pensaba: "un buen día se avecina, vamos bien". Los acordes empezaron con un tono más bien bajo, imponiendo calma. Luego fueron acompañados por algunos acordes altos, que presentaban un nuevo argumento, de las nuevas energías, que poco a poco se dejan entrever en medio de las oscuras nubes del perro negro.
Los acordes se van convirtiendo en algunos arpegios, y se combinan en una especie de melodía que alimentaba mi alma de ganas de llegar a la vejez.
De pronto, cuando iba a corregir algunas configuraciones del piano para que me gustara más el sonido, encontré algo tan pequeño, tan frágil, casi invisible, pero nunca para mi. Un cabello humano, rubio ceniza, tan delgado que ni el más experto de los detectives lo hubiera notado, pero tan poderoso como para arrancarme todo sentido que pueda tener el levantarse.

Ahora no sé si vender un piano hermoso, o ponerlo en la cama y abrazarlo. Mis dedos ya no sirven para nada. Con suerte para escribir este montón incoherente e inconexo de palabras que nadie leerá.

C'est la vie, mon amie.  Das ist das Leben, mein Freund.