Más allá del miedo

En plena ciudad, en medio de edificios perfectamente encajonados y alineados, atraviesa un parque lleno de árboles que da un respiro al tedioso concreto citadino. En las ramas de esos árboles suelen anidar una gran cantidad de aves diferentes.

Este escenario ilumina mi ventana todos los días. Las tórtolas se pasean por los aires y se sientan a descansar en los cables que cuelgan de los postes. Recuerdo que un día estaba observando una escena en que dos padres enseñaban a su cría a volar. En medio de los ejercicios la cría logró llegar hasta un poste de iluminación. Los adultos llegaron a acompañarla, pero el farol era muy pequeño para los tres. Uno de ellos voló hacia los cables, que parecían un poco más cómodos y estables que el delgado poste. La cría no se movía, parecía que el movimiento y el viento la asustaban. La tórtola adulta que se quedó en el foco comenzó a hacer viajes entre los cables y el poste. Como vio que la pequeña no se movía, se posó nuevamente en el farol y comenzó lentamente a acercarse a la cría. Se acercó tanto que la pequeña comenzó a moverse para darle espacio. Pero no se detuvo, el progenitor continuó acercándose, moviendo lentamente a su retoño hacia el abismo. Cuando ya no hubo más espacio, la cría cayó abriendo sus alas y emprendió vuelo hacia los cables, donde se encontró con su madre. Los tres descansaron hasta el siguiente turno de entrenamiento.


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