Llegué con una hora de anticipación al teatro esa noche, el lugar era muy grande y me encontré solo con el hombre de la boletería. Hacía frío. Compré una entrada para mi y nada más, porque esa noche era para mi. Fui a sentarme a unas banquetas que estaban cerca de ahí y comencé a enrolar un poco de tabaco para calentarme un poco, cuando ya había terminado de hacerlo me fijé que mis fósforos estaban mojados, quizás fue ese regador que estaba malo y me mojó. Nunca me importó mucho mojarme, me seco rápido y un poco de agua despierta del sueño eterno de vivir. En fin, tuve que buscar a algún ser humano que estuviera cerca para que me prestara algo con que encender mi cigarrito, resultó que en el pequeño momento en que enrolaba se había formado una fila de diez personas en la boletería, ninguno tenía con qué hacer fuego y fue así como llegué nuevamente hasta el hombre que vendía los boletos, me dijo que tenía un encendedor y me lo prestó para encender mi cigarro. En ese mismo instante los compradores miraban la escena y vieron atentamente, junto con el hombre de la boletería, como yo encendía mi cigarro. Miraron con extrañeza, pues el cigarro no se veía como los que usualmente ven y consumen, después me enteraría de que pensaron que era un pequeño cilindro de marihuana.
Habiéndome calentado muy a gusto, entré a la sala de espera del teatro y me senté. Mucha gente me miraba como si esperara algo de mi, algún gesto o saludo. Luego de muchos saludos y gestos decidí ir al baño para no estar incomodo durante la función, cuando regresé me percaté de que el público estaba entrando a la sala y me aproximé a la entrada para sentarme a esperar el tan ansiado comienzo.
En el tercer monologo sentí que el actor se desviaba un poco de su linea y me miraba fijamente, pidió que encendieran las luces y me preguntó si me sentía bien. Yo le contesté tímidamente que estaba perfectamente, no entendía porqué me hacían la pregunta. Una señora desde el fondo de la sala gritó que me habían visto fumando drogas en frente de todos y que merecía una lección, mis vecinos de asiento se apresuraron a reducirme y me llevaron hasta el escenario, allí me preguntaron qué había fumado y me tironeaban buscando más drogas, vaciaron mi mochila en el suelo y revisaron cada una de las cosas.
Ahí fue cuando entendí que habían tomado por drogas el tabaco que había enrolado, cuando patearon y rompieron mi bolsa de tabaco importado que me había traído mi amigo Luciano de Guatemala.
Cuando se dieron cuenta de su error, me dieron mi polera y me dejaron ir, recogí un poco de mi tabaco y mis papelillos, esperé parado en la salida que saliera hasta el último, fumando un gran cigarro y echando el humo en sus prepotentes y desinteresadas caras.
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