Todo pasó muy rápido, íbamos caminando muy juntos y muy lejos, sin vernos las caras pero sintiendo nuestros horribles hedores.
Una voz en el fondo decía que nos cuidáramos y que estábamos en constante vigilancia. Que no tuvieramos miedo porque si seguíamos las instrucciones no habría problemas.
Fue así como un día bajé del tren y mientras caminaba detrás de la línea amarilla unos pasajeros me pasaron por la izquierda, mientras un locutor en su oficina pedía por favor que no pasaran la línea amarilla, era por su seguridad. "Al momento de descender favor de transitar atrás de la línea amarilla, ¡detrás de la línea amarilla!"
Sentí que el tono de la advertencia tenía un destinatario y esos eran los que me habían adelantado hace un momento, cuando vuelvo a escuchar "Los pasajeros que no aborden el tren favor de transitar por detrás de la línea amarilla, ¡detrás de la línea amarilla!... ¡ATRÁS! ¡EN QUE TONO TENGO QUE REPET..." luego vi muchos guardias corriendo entre risas a una oficina al final del andén.
La señora que no entendía el mensaje de la línea amarilla había caído a las vías del tren y se había electrocutado. El locutor se había cansado y quiso demostrar que pasaría si de ahora en adelante no seguían las instrucciones que nos repetían una y otra vez por nuestra seguridad. La empujó tan fuerte que muchos creyeron que la señora saltó con fuerza a las líneas...
Desde entonces ya nadie se queda esperando en la puerta del tren esperando que llegue otro para sentarse, todo es expedito y seguro, nadie camina al otro lado de la línea amarilla y todos dejan bajar antes de subir.
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