Para ti, dulce niña de quinto.

Tus ojos son tan brillantes que dejar de mirarlos sería hundirse en la oscuridad.
Tu sonrisa es tan hermosa que aquel que no la haya visto no ha vivido aún.
Tu figura es tan fina como la más rara de las maderas o el licor más añejado del mundo.
No sé tu nombre, espero que no sepas el mio, pero solo verte desde lejos es suficiente para alegrar mis días, tal como el sol alumbra la tierra con su ferviente energía, tu existencia alumbra hasta el último rincón de la facultad.

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