Hoy vi en el metro un señor que estaba muy empeñado en mirarle el trasero a cada mujer que pasaba por delante. No importaba si fueran gordas, flacas, altas, bajas él tenía que mirarla muy fijamente. Era tanto que el tipo estaba muy atento a cada mujer que subía al vagón del metro, mientras yo pensaba en esas pobres presas que caerían en la mente de un tipo tan asqueroso que se sentía con el derecho a masturbarse con cada mujer que transitaba a su alrededor.
No sé qué me pasa con este tema, yo no me doy permisos así porque siento un deber de respetar la imagen de una mujer que ya está bastante objetizada en estos días. Tanto es así que uno de los trenes que tomé hoy estaba tapizado en mujeres en ropa interior diciendole a la gente que así era como debían verse y que esa marca era la que tenían que comprar para ser lindas... o deseadas.
Quizás sea por eso que ahora da lo mismo si a una niña se le ven los calzones o se le sale media pechuga jugando con sus amigos o conversando en la plaza, porque el cuerpo femenino está tan manoseado mentalmente que no importa si a tu amiga se le ve el pezón o el sostén.
Me pregunto si pasaría lo mismo si a un hombre se le ve un testículo, me pregunto si sus amigas le dirán que se le ve o dejarán que lo muestre para todo el público.
Yo no soy pacato o conservador o como quieran llamarle, pero siento un llamado a respetar la intimidad de las personas y la confianza que en alguna medida se nos deposita al momento de compartir con alguien.
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